22 de noviembre de 2012

Sinagoga Ari, Safed





La sinagoga Ari Ashkenazí o Asquenazí, situada en Safed, se considera la sinagoga más antigua en uso en Israel. Toma su nombre del rabino del siglo XVI e.c Isaac Luria, gran Kabalista arribado a Safed hacia 1570, que fue llamado Ari (en hebreo, león), acrónimo para Adoneinu Rabbeinu Isaac, (nuestro maestro, nuestro rabino, Isaac), y que acostumbraba a rezar la víspera del sábado en este lugar.

La sinagoga fue establecida por inmigrantes judíos sefardíes procedentes de Grecia; sin embargo, durante el siglo XVIII, la llegada de los Jasidim desde Europa Oriental convirtió el lugar en edificio de culto de los ashkenazíes. La sinagoga fue casi destruida durante el terremoto de 1837, aunque fue reconstruida veinte años después. Durante la Guerra árabe-israelí de 1948 no llegó a padecer graves daños, aunque cayeron bombas en el patio de la misma. Hoy en día, es lugar de reunión de los judíos de diferentes afiliaciones. El hejal destaca por su suntuoso y ornamentado aspecto; está realizado en madera de olivo, por un artista de Galitzia, e incluye la representación antropomórfica de un león, aludiendo al acrónimo de Rabbi Luria.

12 de noviembre de 2012

La plegaria de la autoindulgencia.


Una adaptación de nuestra plegaria de la noche, que merece el esfuerzo difundir:

He aquí que me perdono a mí mismo por irritarme, por burlarme de mí mismo por algo que hice hoy, o por pecar contra de mí. Ya sea contra mi cuerpo, mi dinero, mi honra o cualquier otro aspecto mío. Ya sea accidentalmente, de forma voluntaria, sin intención o de forma intencional; ya sea por medio del habla o de acción. Que yo no sea castigado por causa de lo que me hice a mí mismo o a cualquier otra persona.
Que sea Tu voluntad, Dios mío y Dios de mis antepasados, que no incurra más en el pecado, y que cualquier pecado que haya cometido ante Ti lo borres en Tu infinita misericordia, mas no a través del sufrimiento o de enfermedades graves. Que los dichos de mi boca y los pensamientos de mi corazón hallen favor ante Ti, Dios, mi Baluarte y Redentor.

El resto del articulo, lo puedes hallar acá:

Matan Torah

Como Continuación del post, etapas en el crecimiento:



Les invito a leer un post que escribi hace casi cinco años:



En “Matan Torá” (La entrega de la Torá), Baal HaSulam explica: 

Hay dos partes en la Torá: 

1) Las Mitzvot entre el hombre y Dios. 
2) Las Mitzvot entre el hombre y el hombre. 

Y las dos apunta hacia la misma cosa: a llevar a la criatura al propósito final de Dvekut con Él.



Etapas crecimiento


Hay dos etapas en el crecimiento espiritual, a saber: 


"Ver" y "Escuchar".


Las cuales no se refieren al ni al ojo, ni al oído. ¿Cómo sé en cual me encuentro, si es que me encuentro en alguna? Es simple, y a la vez no lo es. 

Los ojos, por medio de los cuales se manifiesta el sentido de la vista corresponden a jojmah, la sabiduria interna del alma es la visión espiritual. Con los ojos ves la Luz.

Los oidos, a través de las cuales se manifiesta el sentido de la audición corresponden a binah,  el entendimiento interno del alma es la audición espiritual. Oye, el oído no cesa de oír, es decir que la audición se encuentra más allá de nuestra voluntad. El acto de oír se halla fuera de mi control. 

Cuando el hombre llega al estado de "No le hagas mal a nadie" ha alcanzado el estado de "Escuchar" y cuando alcanza el de "Ama a tu prójimo como a ti mismo" ha alcanzado el estado de "Ver".

Ahora haz, escucha y ve.

7 de noviembre de 2012

El don de la Cabalá


El gran sabio, el Rabí Akiva dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo es la regla general de todas las leyes espirituales."

Como bien lo sabemos, la palabra  "general"  se refiere a un conjunto de  componentes.  En consecuencia, cuando el Rabí Akiva nos habla del amor al prójimo  (una de las numerosas leyes espirituales), o de nuestro deber hacia la sociedad y aún hacia el Creador, como una ley absoluta, nos deja entender que todas las otras leyes son componentes de esta regla.

Sin embargo, cuando intentamos explicarnos lo anterior, nos enfrentamos a una declaración aún más insólita del sabio Hillel.  Cuando su discípulo le pidió que le enseñara toda la Sabiduría de la Kabalah mientras se sostenía parado en un pié, Hillel le contestó, "No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti."

La respuesta de Hillel nos enseña que el propósito,  la razón misma de la existencia de la Kabalah,  es esclarecer y cumplir una sola ley: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".  ¿Cómo puedo, sin embargo, amar a otro como a mi mismo?  Amar a los demás como a mi mismo implicaría satisfacer todos los deseos de la gente, aunque yo sea incapaz de satisfacer los míos propios.  Además, los sabios nos advierten que debemos satisfacer los deseos del prójimo antes que los nuestros.

Por ejemplo, esta escrito (Tosfot Masejet Kidushin) que si posees una sola almohada debes darla a tu amigo o que si no tienes más que una silla, otra persona tomará asiento y tu permanecerás de pie o te sentarás en el suelo.  De lo contrario no estarás cumpliendo con la instrucción de amar a tu prójimo. ¿Es realista esta petición?  Puesto que, "Ama a tu prójimo como a ti mismo", es la ley general de la Kabalah, investiguemos primero para saber lo que es la Kabalah.

La Kabalah nos enseña que el mundo y nosotros mismos, sus habitantes, fuimos creados únicamente para cumplir las leyes que aspiran al desarrollo espiritual de la humanidad por encima de nuestro mundo material.  De esta forma lograremos la  equivalencia y la unión con el Creador.

¿No obstante, por qué el Creador tuvo  necesidad de crear seres tan corruptos y  darles la Kabalah para corregirse?  El libro del Zohar contesta de la siguiente manera: "Quien come el pan ajeno, se avergüenza de mirar de frente al donador."

Por lo tanto, el mundo fue creado para preservarnos de esta vergüenza. Combatiendo nuestro egoísmo hasta corregirlo nos ganaremos nuestro mundo futuro.

Para ilustrar lo anterior, imaginemos la siguiente situación:

Un hombre rico se encuentra con un amigo necesitado a quien no había visto en muchos años.  Toma la decisión de albergarlo en su casa, alimentarlo y vestirlo día tras día.  En cierta ocasión, con la intención de complacerlo, el hombre acaudalado le pregunta qué más puede hacer por él.   La respuesta del menesteroso fue: "Sólo hay algo que desearía, y es poder recibir todo lo que me das,  no por caridad, sino en pago por mi trabajo.  ¡Puedes satisfacer todos mis deseos, excepto este!"

Podemos constatar cuan difícil resulta para el bienhechor suprimir la vergüenza que experimenta quien recibe la caridad.  Por el contrario, a medida que crece su generosidad mayor es la vergüenza.  El universo, este pequeño planeta y la sociedad (nuestro lugar de trabajo) fueron creados para resguardarnos de este sentimiento.  Nuestro trabajo consiste en regresar al Creador con los deseos corregidos y recibir una bien merecida recompensa, es decir, el inmenso deleite de la eternidad, la perfección y nuestra unión con el Creador.¿Pero por qué nos sentimos tan avergonzados y molestos cuando recibimos algo de otra persona?  Los científicos conocen la ley de causa y efecto.   Ella estipula que las propiedades de cada consecuencia son muy parecidas a las de la causa, o la fuente,  y que todas las leyes activas en la fuente se encuentran en la consecuencia.

La acción de esta ley está presente en todos los niveles de la naturaleza: el mineral, el vegetal, el animal y el humano.  El estado de un mineral está determinado por las leyes que lo controlan.  Nosotros estamos acostumbrados y preferimos todo aquello que experimentamos al crecer.  De la misma manera, cada partícula que constituye la consecuencia de un todo  se siente atraída hacia su origen y todo aquello que no existe en la raíz, la consecuencia, lo niega y lo repudia.

Por lo tanto, puesto que el Creador de la naturaleza es la Raíz y la Fuente de todo lo que ha sido creado, todas las leyes presentes en Él nos parecen placenteras y todo lo que está ausente en Él, profundamente molesto y extraño.  Por ejemplo,  nos encanta el descanso y  nos disgusta el movimiento a tal grado que nos movemos únicamente para poder descansar.  La razón es que la Raíz  (el Creador), de quien todos procedemos está absolutamente inmóvil.  De aquí que cualquier movimiento es contrario a nuestra naturaleza.

Nacemos y crecemos como egoístas absolutos sin preocuparnos más que de nosotros mismos.  Es nuestra naturaleza egoísta que motiva nuestra  oposición al Creador quien da vida a toda la naturaleza.   Sin embargo,  bajo la influencia de la sociedad, empezamos a comprender la necesidad de ayudarnos mutuamente, pero la realización y la orientación dependen del grado de desarrollo de la sociedad.

Al crear nuestro deseo pervertido (nuestra inclinación al mal) y habernos  entregado la Kabalah como contrapeso, el Creador nos permite eliminar la manifestación del egoísmo y sentir el deleite sin experimentar vergüenza.

Existen dos categorías de leyes en la Cabalá, las relativas a los otros y las relativas al Creador.  La finalidad de ambas, sin embargo, es hacernos semejantes al Creador. Ya sea que nuestras acciones sean para el Creador o para el otro no tiene mayor importancia,  puesto que no nos es posible percibir todo lo que trascienda los límites de nuestro interés personal.

Toda acción que realizamos en favor de alguien más, bien mirado, lo hacemos por interés propio.  Es absolutamente imposible llevar a cabo  una sola acción física o mental sin que la primera intención no sea sacar un mínimo de provecho personal.   A  esta ley de la naturaleza se le conoce bajo el nombre de "egoísmo absoluto".  Únicamente si cumplimos con las leyes espirituales llegaremos al amor incondicional por los otros.  Aquellos que no sigan las leyes de la Cabalá no tienen la menor oportunidad de trascender los límites del "egoísmo absoluto".

Según la Cabalá, las leyes que regulan las relaciones sociales son más importantes que aquellas que regulan la relación con el Creador.  La razón es que cuando observamos estas leyes, bajo circunstancias sociales cambiantes,  tenemos la posibilidad de corregirnos eficazmente en la dirección correcta.

Ahora podemos comprender la respuesta que dio Hillel a su discípulo: lo más importante es amar al prójimo, el resto no son más que leyes subsidiarias, incluyendo aquellas relativas a nuestra relación con el Creador.  De hecho, no podemos unirnos a Él sin haber logrado amar a nuestro prójimo.  Es por esta razón que el sabio de la antigüedad nos precisó que "amar al prójimo" era la manera más rápida y efectiva para llegar a conocer bien la Cabalá.

Traten de imaginar ahora un país con una población de varios millones de habitantes en el que cada ciudadano no aspirara sino a manifestar su amor y voluntad de ayudar sin reserva a cada uno de sus compatriotas y a satisfacer cada una de sus necesidades.  Es evidente que ni una sola persona en esta sociedad,  tendría necesidad de preocuparse por sí misma o su porvenir.   De hecho, millones de personas estarían pendientes resguardando en todo momento sus intereses.

Sin embargo, como este país dependería de sus ciudadanos,  el incumplimiento de esta obligación propiciaría un vacío en la sociedad en vista que un ciudadano se quedaría sin ayuda.  Entre mayor fuera el número de infractores de esta ley que cada miembro de la sociedad tendría la obligación de cumplir, mayor sería la violación de la ley.   Todos son responsables de unos y otros, tanto en el cumplimiento de las leyes como de su violación.

Eleazar, otro sabio de la antigüedad, el hijo de Rashbi (el Rabí Shimon Bar Yochai,  autor del Libro del Zohar) nos sorprende aún más al decir que no sólo cada país, sino que la humanidad entera, cada ser vivo, es responsable de los otros.  Eleazar estipula que todas las naciones deberán cumplir esta ley y que si lo hacen el mundo entero se corregirá.  El mundo no puede corregirse y elevarse enteramente, en tanto que cada uno no abrace esta ley general del universo.

Aclara tus objetivos.


Una vez escribió Rambán sobre la Torá Bereshít 9 "...para que decidan entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal ...

Pero ¿Qué es el bien y qué es el mal? Esta es una pregunta que no tiene respuesta hasta no definimos nuestro objetivo, pues el bien y el mal son relativos y todo queda aparentemente abierto ante nosotros. En cuanto definimos consciente o inconscientemente nuestro objetivo, el bien y el mal adquieren definición.

El bien es todo aquello que nos acerca al objetivo mientras el mal es lo que nos aleja de él. Sin embargo, aún estamos dentro del ámbito de lo relativo, ya que si el objetivo que nos propusimos no es real estaremos invirtiendo nuestro esfuerzo en vano. Asimismo, si el objetivo de un malvado es hacer daño, todo lo que lo ayude a lograrlo para él será «el bien» ya que lo acerca a «su» objetivo.

Los diferentes estratos de comprensión de la Torá, como la Halajá, el Midrásh y principalmente la Kabalá (que incluye todos los niveles anteriores) nos revelan la Sabiduría interior de la vida a través de la cual el hombre puede tomar conciencia de los verdaderos objetivos y de cómo alcanzarlos. Así superamos el ámbito caótico y de cambio constante que resulta al vivir reaccionando a nuestro sentir momentáneo. Esto sucede cuando logramos definir objetivamente dónde reside el bien y dónde el mal. De este modo surge la comprensión del objetivo del bien por el cual el Kadósh Barúj Hú manifestó la Creación, y así comenzamos a definir qué es realmente el bien y qué es el mal. 

Entonces el bien será «verdadero» y podrá acercarnos al objetivo.

Adaptacion de un Articulo del Rav Zukerwar Tzl.